Nuestra profesora de lengua, Camila Aliberti, nos pidio hacer una descripción del protagonista de la novela policial de Agatha Christie «Asesinato en el Expreso Oriente».
Hercules Poirot:
Protagonista de la novela
Un hombrecillo belga, procedente de Inglaterra,
Personaje pintoresco con bigote tipo militar con puntas .
-El hombrecillo se quitó el sombrero. ¡Qué cabeza tan ovalada tenía!
Un hombrecillo de ridículo aspecto. Uno de esos hombres insignificantes que nadie toma en serio.
Poco modesto , con un gran amor propio .
-¡Ah! -suspiró monsieur Bouc-. Les affaires…, les affaires! ¡Pero usted…, usted está ahora en la cumbre, mon vieux!
–Quizás he tenido algunos pequeños éxitos. -Hércules Poirot trató de aparentar modestia, pero fracasó rotundamente.
Cordial y diplomatico y de modales refinados con una tristeza interior enorme :
-A lo cual el forastero -por nombre monsieur Hércules Poirot- había contestado afectuosamente, incluyendo la frase: «¿Cómo olvidar que en cierta ocasión me salvó usted la vida?». Y entonces el general había replicado rechazando todo mérito por aquel pasado servicio, y tras mencionar nuevamente a Francia y Bélgica, y el honor y la gloria de tales países, se habían abrazado calurosamente, dando por terminada la conversación.
Muy observador, atento a todo lo que ocurria a su alrededor .
¨-Monsieur Hércules Poirot, que no tenía nada mejor que hacer, se entretuvo en observarla sin aparentarlo.
Cinico
«Es sensible nuestro coronel -pensó Hércules Poirot con cierto regocijo-. ¡Los viajes en tren son tan peligrosos como los viajes por mar!»
«Ha sido una pequeña comedia algo extraña la que he presenciado aquí», se dijo Poirot, pensativo.
Muy reconocido por su eficacia en su metodo de trabajo. Analizaba todo lo ocurrido y tomaba todo en cuenta .capacidad innata de poder usar su increible logica y razonamiento para resolver los enigmaticos casos policiales.
–Vamos, amigo mío -siguió monsieur Bouc-. Adivinará usted lo que voy a pedirle. Conozco sus facultades. ¡Encárguese de esta investigación! No se niegue. Comprenda que para nosotros esto es muy serio. Hablo en nombre de la Compagnie Internationale des Wagons Lits. ¡Será hermoso presentar el caso resuelto cuando llegue la policía yugoslava! ¡De otro modo, tendremos retrasos, molestias, un millón de inconvenientes! En cambio si usted aclara el misterio, podremos decir con exactitud: «Ha ocurrido un asesinato…, ¡éste es el criminal!».
-Suponga usted que no lo aclaro.
-Ah, mon cher! -La voz de monsieur Bouc se hizo francamente acariciadora-. Conozco su reputación. He oído algo de sus métodos. Éste es un caso ideal para usted. Examinar los antecedentes de toda esta gente, descubrir su bona fide…, todo eso exige tiempo e innumerables molestias. Y a mí me han informado que le han oído a usted decir con frecuencia que para resolver un caso no hay más que recostarse en un sillón y pensar. Hágalo así. Interrogue a los viajeros del tren, examine el cadáver, examine las huellas que haya y luego…, bueno, ¡tengo fe en usted! Recuéstese y piense…, utilice (como sé que dice usted) las células grises de su cerebro… ¡y todo quedará aclarado!
Amante de su trabajo.
-Su fe me conmueve, amigo mío -dijo Poirot, emocionado-. Como usted dice, éste no puede ser un caso difícil. Yo mismo…, anoche, pero no hablemos de esto ahora. No puedo negar que este problema me intriga. No hace unos minutos estaba pensando que nos esperaban muchas horas de aburrimiento, mientras estemos detenidos aquí. Y de repente… me cae un intrincado problema entre manos.
Gran observador y muy cuidadoso en los detalles.
-Los ojos de Poirot asaetearon sin cesar el reducido compartimiento. Tenían el brillo y la vivacidad de los ojos de las aves. Daban la sensación de que nada podía escapar a su examen.
-Yo mismo no me comprendo -repuso Poirot-. No comprendo nada en absoluto y, como usted ve, me intriga en extremo.
Suspiró y se inclinó sobre la mesita para examinar el fragmento de papel carbonizado.
Analizaba todo de todas las personas, las analizaba psicológicamente.
-Si he de decirle la verdad, amigo mío, no me gustó. Me produjo una impresión en grado sumo desagradable. ¿Y a usted?
Hércules Poirot tardó un momento en contestar.
-Cuando pasó a mi lado en el restaurante -dijo al fin- tuve una curiosa impresión. Fue como si un animal salvaje…, ¡una fiera!…, me hubiese rozado.
-Y, sin embargo, tiene un aspecto de lo más respetable.
-Précisement! El cuerpo…, la jaula…, es de lo más respetable, pero el animal salvaje aparece detrás de los barrotes.
Muy seguro de si mismo. Y muy perceptivo.
–Creo -prosiguió- que tengo el placer de hablar con monsieur Hércules Poirot. ¿Es así?
Poirot volvió a inclinarse.
-Ha sido usted correctamente informado, señor.
El detective se dio cuenta de que los extraños ojillos de su interlocutor le miraban inquisitivamente.
-En mi país -dijo- entramos en materia rápidamente, monsieur Poirot: quiero que se ocupe usted de un trabajo para mí. Las cejas de monsieur Poirot se elevaron ligeramente.
-Mi clientela, señor, es muy limitada. Me ocupo de muy pocos casos.
-Eso me han dicho, monsieur Poirot. Pero en este asunto hay mucho dinero -repitió la frase con su voz dulce y persuasiva-. Mucho dinero.
Hércules Poirot guardó silencio por un minuto.
Hombre de dinero gracias a su profesion.
-No me comprende usted, señor. He sido muy afortunado en mi profesión. Tengo suficiente dinero para satisfacer mis necesidades y mis caprichos. Ahora sólo acepto los casos… que me interesan.
Muy frontal y sincero
-¿Qué encuentra usted de mal en mi proposición? Poirot se puso de pie. -Si me perdona usted, le diré que no me gusta su cara, mister Ratchett.